Las personas que demandan demasiado, generan una continua y desagradable presión interna en los demás.
Una sensación de frustración personal agravada por el tiempo y el esfuerzo invertidos y rendida a la evidencia de no ser nunca suficiente.
Por mucho que se dé. Por mucho que se haga.
Es un juego psicológico muy peligroso en el que no hay salida honrosa, porque uno debe elegir entre sentirse CULPABLE por no alcanzar las expectativas ajenas o entregar más energía vital de la que se quiere o se tiene para ese cometido. Seguramente restándosela a otras personas o actividades importantes.
Un juego macabro.
Decir NO, sin sentir culpa, es una de las tareas más difíciles en las relaciones humanas.
Pero debemos hacerlo.
No pidamos más de lo que nos pueden o quieren dar.
No demos más de lo que queramos o podamos dar.
Es necesario poner límites.
De manera respetuosa y firme.
Pese a que el otro se enfade, se ofenda o se aleje.
Construyamos relaciones conscientes y sólidas basadas en un profundo respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás.