"Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo".
"Permiso denegado" replicó el oficial.
"No quiero que arriesgue su vida por un hombre que probablemte ha muerto".
El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo.
El oficial estaba furioso: "¡Ya le dije yo que habría muerto!, ¡ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?"
Y el soldado, moribundo respondió: "¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré todavía estaba vivo y pudo decirme: Jack... estaba seguro de que vendrías".
Nos empeñamos en medir la vida en tiempos cuando en realidad, la verdadera unidad de medida son los momentos en que lo detenemos: reencuentros deseados, abrazos largos donde las palabras sobran, miradas cómplices con emociones contenidas, o lágrimas compartidas en momentos difíciles... momentos de conexión intensa por los que merece la pena vivir, o como dice Anthony de Mello... por los que merece la pena morir.
Conocía esta historia, pero no la recordaba. Estoy totalmente de acuerdo contigo en tu reflexión. La vida son pequeños instantes de felicidad.
ResponderEliminarBesos!
Que tengas muchos Ali! Besos!
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