viernes, 24 de agosto de 2018

INSISTENCIA



Perseverar para conseguir los propios objetivos, persistir en su consecución, es una causa noble que precisa de una serie de fortalezas personales como la paciencia, la voluntad, el tesón, la capacidad de sacrificio para hacer renuncias personales, la automotivación para regenerar ilusión cuando ésta se desvanezca... hasta aquí, es todo admirable.

Pero conseguirlos, no depende siempre, exclusivamente, de uno mismo. 

Cuando se necesita de los demás para alcanzar nuestros objetivos, y no les dejamos valorar a ellos su grado de ganancia o pérdida en los mismos o directamente no tenemos en cuenta las consecuencias que podemos generarles... insistir es faltar al respeto. Es no tener en consideración los deseos, las opiniones o las convicciones ajenas. 
Es como decir: "No me importa lo que tú quieras, si te presiono un poco más, conseguiré lo que yo necesito". 

Cuando se vuelve a la carga una y otra vez, se van rompiendo las resistencias que la educación, la prudencia o el temor, han construido en el otro, apelando a una parte de su bondad para que renuncie a sus derechos y satisfaga los propios, de una manera un tanto siniestra, empleando una forma sofisticada de manipulación y de acoso. Como también se utiliza cuando se sobrerreacciona enfadándose, dejando de hablar, o empleando cualquier otra manifestación directa o indirecta de ira, contra quien ejerce su voluntad de no ayudarnos a conseguir nuestro objetivo. 

La forma adecuada y sana es intentar convencer, teniendo en cuenta y exponiendo los beneficios que le pueden generar a la otra persona y/o a la relación que tienen, y siendo conscientes ambos del esfuerzo que les generará, de la fortaleza que se tenga y de la  recompensa que se genere. Es indispensable por tanto tener un grado mínimo  de conocimiento de la otra persona, y cuanto mayor sea éste, más ajustado será el análisis y mayor porcentaje de éxito tendrá la proposición. Éste modelo de abordaje, implica también aceptar la decisión que el otro tome, en el sentido que sea. Con el mayor respeto posible. 

Pero insistir se basa fundamentalmente en repetir de manera sistemática el mismo argumento, hasta que la "víctima" agota su capacidad de resistirse. De negarse. Se trata de un pulso sutil (y no tan sutil) para averiguar quien es más importante de los dos. 
Y no puede ser que el más importante sea el más pesado. Y que gane solo por utilizar tan dudosa artimaña. 

A veces, se cede por hastío, por evitar la tensión que genera negarse una y otra vez... y la consecuencia negativa es que se genera malestar, se crea una corriente de tensión interna que se manifestará más tarde o más temprano. Se acumula un pequeño (o gran) resentimiento, que afectará a la relación. A nadie le gusta sentirse manipulado, y el malestar tendrá una doble dirección, hacia uno mismo por doblegar bajo presión y no resistir lo suficiente y hacia el otro por colonizar nuestra libertad, como diría José Saramago, con tan pobre recurso. 

Nos gustan las personas con las que nos sentimos libres, con las que nos podemos expresar tal y como somos, sin coacción, reproches o juicios. 

Los demás no son instrumentos para conseguir nuestros fines. tienen sus propios sueños, sus propios límites y sus propias metas. Y si no son compatibles con las nuestras, lo más inteligente es apartarse y buscar otras maneras de satisfacer las propias necesidades, dejando que el otro también lo encuentre y que la vida fluya...

Sin tanta resistencia. 

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