La búsqueda de la excelencia nos limita cada vez más, la vida.
Una mirada ávida de perfección activará un dedo acusador donde quiera que vaya, encontrará un defecto en las situaciones, en los demás.. en TODO.
Y eso será el origen de una tensión. De una crítica, de un enfado, de una denuncia, de una prohibición.
La excelencia nos conduce a la crispación.
Cada vez observo más restricciones originadas por esas miradas inquisidoras que no perdonan tacha en lo ajeno.
La búsqueda de la excelencia en cualquier ámbito vende un falso estatus, una temporal sensación de poder o de inteligencia que se cobra como precio la alegría.
Se avinagra el carácter y se contagia la amargura a los demás.
Restringe las libertades y obstaculiza la convivencia pacífica de la sociedad.
Entre la dejación absoluta y la excelencia está la tolerancia.
(La virtud siempre buscando posiciones intermedias, alejándose de extremos que radicalizan nuestro ánimo).
Toleremos.
Eduquemos la mirada en el error.
En la excepción de la norma.
En el aparente defecto
En la singularidad de la imperfección
En la belleza maculada.
Seamos transigentes.
Pongamos límites también, pero no tan altos que nadie pueda alcanzarlos….