Todo empezó cuando la publicidad descubrió la forma de dejar de vendernos objetos para pasar a vendernos sensaciones, valores y sentimientos, cuando pretendieron (y consiguieron en muchos de los casos) hacernos creer que a través de ellos podíamos conseguirlas: cervezas que potencian el sabor de la amistad, colonias que estimulan feromonas hasta limites insospechados, cremas que detienen el tiempo y te permiten alargar décadas la juventud, coches que empoderan y suben la autoestima... felicidad disfrazada con distintos ropajes, a cual más inapropiado para la vida real.
Te cuelan como consecuencia, la idea subliminal de que si no tienes o usas sus productos, tu existencia es infinitamente más insulsa y vacía que la de sus consumidores.
Te venden quimeras, atajos y escapes.
Y lo llaman felicidad.
Fue ahí cuando la lícita búsqueda instintiva de bienestar comenzó a denostarse.
Cuando el concepto de felicidad empezó a devaluarse y equipararse exclusivamente al concepto hedónico de la misma.
Nos salva que existe otro.
Felicidad hedónica vs felicidad Eudaimónica:
"Existe cierto consenso en la literatura a la hora de diferenciar dos tipos de felicidad en función de los medios empleados para alcanzarla.
Por un lado estaría la Felicidad Hedonista o Hedónica, vinculada al bienestar obtenido realizando actividades centradas en uno mismo, la autogratificación y la obtención de placer a corto plazo. Ejemplos de tales tipos de actividades serían comer, realizar compras o jugar a videojuegos, siendo todas ellas conductas que pueden generar dependencia cuando se practican de una forma no adaptativa o patológica.
Por otro lado estaría la conocida como Felicidad Eudaimónica, vinculada a la realización de actividades de tipo altruista y a la consecución de objetivos o gratificaciones simbólicas a largo plazo. Este tipo de conductas vienen también caracterizadas por dar sentido, significado y propósito a la existencia de la persona.
Ejemplos de este tipo de conductas serían todas las conductas prosociales, como ayudar a los demás o participar en actividades que tienen una repercusión positiva para la comunidad".
(Chistian de Selys lloret)
Va a ser difícil que la publicidad contamine esta última versión del a felicidad porque va más allá del ímpetu y las prisas, y fija su objetivo en valores que precisan tiempo, determinación y nobleza de espíritu.
La razón y la búsqueda del bien común nos protegen del aislamiento y del vacío al que nos condenaría una vida basada en la pronta satisfacción de los impulsos meramente personales.
Quizás esta idea no venda tanto... pero garantiza la serenidad.
Y eso no tiene precio.
Yo creo que la felicidad total no existe y si más bien la felicidad en un grado que nosotros consideremos o nos hace estar más o menos bien con alguna meta a corto y medio plazo lo demás sería una utopia
ResponderEliminarBueno.. entiendo por que lo dices. El segundo tipo de felicidad sólo está al alcance de aquellos que saben comprometerse con causas que van más allá de uno mismo.. y que tienen un objetivo que no es inmediato sino que da significado a su vida. Esa satisfacción, que se parece más a la realización personal y a la serenidad en el espíritu es a lo que se refiere el segundo tipo de felicidad. El primero es más efímero porque se basa en algo que se consigue rápido y que solo tiene tespercusion en uno mismo. Ese es el concepto de felicidad que nos vende la publicidad, y que a la larga crea personas insatisfechas permanentemente y vacías. Yo en ese no creo en absoluto.
EliminarUn abrazo Pache.