Personaliza a la perfección la devoción, la entrega y amor de un padre a una hija.
Sin serlo en un principio, porque es una relación fruto de una deuda moral de un hombre con su conciencia. Y la acoge como si en toda su vida no hubera hecho otra cosa más que buscarla. Y vela por su bienestar anteponiéndolo a sus propias necesidades como sólo un padre puede hacerlo.
Cada uno de los personajes es digno de protagonizar su propia novela, Victor Hugo viaja a través de ellos explorando desde las más viles bajezas humanas hasta las mas nobles y elevadas virtudes, hace un recorrido magistral por todos los recovecos del alma y lo encaja en ellos como si de un puzzle se tratara.
Y él, Jean Valjean es el ejemplo viviente de la renovación personal, de la superación y del cambio, cuya fuerza motriz, sin duda, es el amor que le profesa a su hija, Cosette.
Y él, Jean Valjean es el ejemplo viviente de la renovación personal, de la superación y del cambio, cuya fuerza motriz, sin duda, es el amor que le profesa a su hija, Cosette.
Es una situación ficticia, lo sé, pero durante el tiempo que dura su lectura, es real, tan real como lo son las emociones que provoca.
La historia conmueve y hace estremecer hasta la ultima fibra del cuerpo... y del espíritu que lo habita.
Supongo que eso contribuye a que algunas obras, se conviertan en obras maestras.
PD: Ni que decir tiene que el musical, con la música de Claude-Michel Schönberg, una de las bandas sonoras más bonitas que conozco y la película en él basada de Tom Hooper, son muy recomendables...
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