“Gracias, sé que me defiendes, que me intentas proteger, para que no sufra.
Sé que te comparas y que culpas siempre a los demás porque intentas librarme de dolor y convencerlos de que soy inteligente, honesto/a, bueno/a, generoso/a.. o cualquier cosa, siempre que sea más y mejor.
Una persona especial, con ángel, luz, flow o lo que tú te propongas ser.
Gracias, pero no me ayudas.
Así no aprendo nada.
Y me equivoco. Fallo. Dudo.
Lo que a mí me sucede es en mayor o menor medida, responsabilidad mía y si no asumo esa parte que me corresponde, no mejoro.
Ya no soy aquel niño o niña vulnerable, que no puede soportar sentirse herido/a porque no tiene herramientas para hacer frente a los envites de la vida.
Puedo aceptar muchas más cosas, puedo entender, puedo darle la vuelta a mi pasado y mirarlo del revés… no me duele.
Gracias.
Has cumplido tu misión. Puedes irte.
No hay enemigos.
No hay víctimas que proteger.
Nadie intenta hacerme daño.
Confía y vete.
Puedes relajarte.
En serio: GRACIAS
En serio: ADIÓS”.
Mónica G. Somoano
Psicóloga.