Somos animales deseantes que, por mucho que contemos con la razón, nos vemos espoleados a lo largo de la vida por multitud de impulsos y emociones.
Y para hacerlo más complejo todavía, no todos son conscientes.
Ni ellos, los impulsos, ni nosotros, las personas.
Vivir consiste, en gran parte, en ir haciendo consciente lo inconsciente.
La primera parte de la vida hacemos cosas, grabamos datos en nuestra mente, sin filtros, sin demasiado juicio crítico aún y nos vemos movidos por una serie de instintos que no sabemos muy bien qué nos dicen, ni a donde nos llevan.
Después generalmente, algún acontecimiento nos marca una pausa obligada.
A veces viene en forma de crisis existencial, producida por la falta de una persona querida, por una separación traumática, por acercarse la supuesta segunda mitad de la vida.. por lo que sea, algo nos sacude, nos obliga a parar y nos invita a entender lo que ha pasado y a cuestionarnos hacía donde vamos.
Y preguntarnos si queremos continuar en esa dirección.
O si queremos reconducir la vida de manera consciente, hacia otra parte.
A partír de ese momento se vive una vida mas real, y si se resuelve bien la crisis, más plena.
Entendiendo por PLENITUD:
Sensación de que no falta nada.
De que salimos del estado mental de carencia.
Que apagamos el dispositivo generador de deseos...
Y liberamos toda la energía que estaba bloqueando el miedo.
Esa es una buena manera de entender el resto de la vida.
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