viernes, 5 de abril de 2019

EL PRECIO DE LA FELICIDAD



Todo empezó cuando la publicidad descubrió la forma de dejar de vendernos objetos para pasar a vendernos sensaciones, valores y sentimientos,  cuando pretendieron (y consiguieron en muchos de los casos) hacernos creer que a través de ellos podíamos conseguirlas: cervezas que potencian el sabor de la amistad, colonias que estimulan feromonas hasta limites insospechados, cremas que detienen el tiempo y te permiten alargar décadas la juventud, coches que empoderan y suben la autoestima... felicidad disfrazada con distintos ropajes, a cual más inapropiado para la vida real.

Te cuelan como consecuencia, la idea subliminal de que si no tienes o usas sus productos, tu existencia es infinitamente más insulsa y vacía que la de sus consumidores.
Te venden quimeras, atajos y escapes.
Y lo llaman felicidad.

Fue ahí cuando la lícita búsqueda instintiva de bienestar comenzó a denostarse.
Cuando el concepto de felicidad empezó a devaluarse y equipararse exclusivamente al concepto hedónico de la misma.

Nos salva que existe otro.

Felicidad hedónica vs felicidad Eudaimónica:

"Existe cierto consenso en la literatura a la hora de diferenciar dos tipos de felicidad en función de los medios empleados para alcanzarla.

Por un lado estaría la Felicidad Hedonista o Hedónica, vinculada al bienestar obtenido realizando actividades centradas en uno mismo, la autogratificación y la obtención de placer a corto plazo. Ejemplos de tales tipos de actividades serían comer, realizar compras o jugar a videojuegos, siendo todas ellas conductas que pueden generar dependencia cuando se practican de una forma no adaptativa o patológica.

Por otro lado estaría la conocida como Felicidad Eudaimónica, vinculada a la realización de actividades de tipo altruista y a la consecución de objetivos o gratificaciones simbólicas a largo plazo. Este tipo de conductas vienen también caracterizadas por dar sentido, significado y propósito a la existencia de la persona.
Ejemplos de este tipo de conductas serían todas las conductas prosociales, como ayudar a los demás o participar en actividades que tienen una repercusión positiva para la comunidad".
(Chistian de Selys lloret)

Va a ser difícil que la publicidad contamine esta última versión del a felicidad porque va más allá del ímpetu y las prisas, y fija su objetivo en valores que precisan tiempo, determinación y nobleza de espíritu.

La razón y la búsqueda del bien común nos protegen del aislamiento y del vacío al que nos condenaría una vida basada en la pronta satisfacción de los impulsos meramente personales.

Quizás esta idea no venda tanto... pero garantiza la serenidad.

Y eso no tiene precio.