jueves, 19 de abril de 2018

DESAMAR




No es posible desamar sin mudarse de uno mismo. Sin renunciar a ideas y comportamientos de aquellos quienes fuimos mientras amábamos.
Requiere cambiar  la piel (sino las  visceras) y dejar que salga una nueva.

Me encuentro rupturas dolorosas donde en cuestión de días las personas que fueron pareja se miran y no se reconocen: “ no es él”, “no es ella”... una coraza distorsiona la voz, la apariencia, los gestos... y el que fué ya no lo es más.

Es otro.

Debe serlo si quiere afrontar la ruptura. Tanto el que se va, como el que se queda, deben transformarse, si no lo hicieran no lo superarían nunca.  Renunciar a promesas hechas, a sueños y a creencias de la vida y del amor. Cambiarlas por otras que permitan continuar con sus vidas sin renunciar a encontrar otro camino.

Las hay muy enraizadas, hay ideas conectadas a emociones intensas que se resisten a abandonar su sitio y a ser reemplazadas por unas nuevas, pero si no las modificamos, nos condenan al inmovilismo, al pasado y  a la tristeza..

Desamar es despedirse por partida doble, de la persona que amamos y de quien fuimos mientras lo hicimos... lleva un tiempo proporcional al cariño el  decir adiós y seguramente un dolor intenso asociado,  pero implica también  un hola, una bienvenida a otro personaje que duerme en nuestro interior, con otros matices, otras sombras y otras luces.

Agradece los momentos felices, la experiencia... y cambia la conjugación. Ponlo en pretérito perfecto simple:   “yo (te) quise”.

Y deja  que el futuro te sorprenda.

La vida siempre es adelante.


martes, 10 de abril de 2018

CERRANDO COMPUERTAS



A veces hay que blindarse por supervivencia.

La empatía es necesaria en numerosas situaciones sociales, pero en otras es nuestra peor condena.
Teniendo en cuenta que es lícito buscar el propio bienestar y que por muy buenas intenciones que tengamos, no siempre podemos o debemos anteponer las necesidades ajenas a las propias, es solo cuestión de tiempo que choquen dos intereses con alguna persona significativa de nuestro entorno, generando un conflicto y un malestar interno que exigen pronta resolución.

Unas veces lo haremos renunciando a las propias necesidades, rebajándolas de categoría, reprimiéndolas o posponiéndolas... en aras de un bien ajeno o común.
Pero otras, sin embargo,  habrá que defenderlas.

Será hora de cerrar compuertas para protegernos de reproches de variada intensidad, y sus consiguientes envites emocionales. Tanto más  blindaje cuanto más hábil sea manipulando el contrario. Hay que contener el aliento y esperar... sin perder de vista el objetivo.

Mantener la distancia emocional del cirujano con su paciente, que precisa toda la atención y concentración en sus habilidades, sin distracciones ni interferencias emocionales. Sin entrar a valorar la relaciones personales o las necesidades puntuales de esa persona concreta y de su familia. Sin dramas, solo centrado en lo realmente importante: salvar su vida.

Así, impermeables a las ondas expansivas de frustración o de ira ajenas. Cerrando a cal y canto el canal por el que permean culpabilidad y pena, aceptando que cuando la tormenta pase, seremos otros.

Renovados.

Más fuertes, más libres y más sabios.