Artículo publicado en La Nueva España el 15/08/15.
Hay etapas en la vida que por diversos factores, nos obligan a acelerar nuestro ritmo vital, a optimizar al máximo nuestro tiempo para poder alcanzar nuestras expectativas y muchas veces, las de las personas que nos rodean.
Trabajos con jornadas interminables (algún día entenderé la controvertida jornada partida... o en su defecto la necesidad de emplear dos horas y media en una actividad que se resuelve con comodidad en media), hijos que necesitan de nuestra atención o cuidado, parejas que esperan su turno para lo propio y/o mayores que demandan con derecho su parcela de dedicación. Amigos, hobbies...
¿A quien le quitas, qué?
De poco o nada nos sirven los mensajes bienintencionados que orientan nuestros pasos hacia distintas actividades (que sin duda contribuirían a mejorar nuestro bienestar), porque todas ellas requieren de nuestro tesoro más preciado: nuestro tiempo.
Así que pocas opciones nos quedan en esas circunstancias más que centrarnos en las actividades que realizamos a cada momento. Aquietar la mente focalizando nuestra atención en la tarea que estamos desempeñando, para dejar de boicotear el presente continuamente, con programaciones futuras.
Se trata de invertir en calidad, estar física y mentalmente con los niños, cuando estemos con los niños. Con la pareja o los familiares cuando estemos con ellos, con los amigos en el momento que los veamos... centrarse en el trabajo cuando sea pertinente, sin evasiones ni escapes virtuales. Al menos conseguiremos restar el estrés que supone el tener siempre en mente la siguiente tarea, y dejaremos de actuar como si la vida se tratara de una especie de interminable gymkhana.
Te aconsejo que agudices tus sentidos: ellos son el vinculo que te ata al presente, a través de ellos volverás una y cuantas veces quieras al momento actual, el único que tienes.
Vista: disfruta de tu paisaje favorito, detente a mirar con atención a las personas que amas, sus gestos, sus risas, sus juegos.
Oído: la naturaleza nos brinda multitud de sonidos con los que alimentar nuestro espíritu, y también la música dispone de un gran abanico de posibilidades con las que atrapar y elevar nuestro nivel de atención y bienestar.
Tacto: el agua que cae por nuestro cuerpo durante la ducha, un baño refrescante en un día de calor, una caricia, un abrazo...
Gusto: multitud de sabores con los que deleitarse, imposible seleccionar alguno, sólo hacer hincapié en que la finalidad es disfrutar del momento saboreando el alimento o la bebida, sin prisa..
Olfato: hay olores que te transportan al pasado, otros despiertan tu imaginación o tu curiosidad: un Obrador, un perfume, la tierra húmeda, la ropa limpia... busca, experimenta y decide los tuyos.
Todo está a tu alcance, no se trata de acudir a destinos que prometen descanso y sosiego... haz que la calma, venga a tu encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario