viernes, 28 de noviembre de 2014

EL ENVOLTORIO





"El contrato del matrimonio importa más que el amor.
 El funeral más que el muerto.
 La ropa más que el cuerpo y
 la misa más que Dios."

                  Eduardo Galeano.

El dice que estamos en plena cultura del envase... y sus palabras son tan concisas y certeras que  convierten en adorno cualquier comentario posterior. 

Ponle un papel bonito y puedes vender cualquier cosa. Si me apuras, puedes conseguir olvidarte del contenido, compararando tu papel con el del vecino a ver si es más grande, más vistoso o mejor.

Definitivamente el mapa no es el territorio.

Los rituales, los protocolos... no son fines en sí mismos, sino medios para conseguir un fin, supuestamente facilitan su consecución, pero rara vez tienen sin sentido si perdemos de vista su finalidad. Se convertirán en repeticiones absurdas y estériles que añadirán vacío a nuestra existencia. 

Me preguntaba un amigo por qué nos empeñamos en hacer cosas que no nos gustan... trataba de buscarle un nombre a esta curiosa "habilidad" humana. 
Supongo que algunas de las respuestas posibles son: costumbre,  presión o deseabilidad social, necesidad de aprobación... 
Reglas de un juego que hace tiempo perdió la gracia, pero al que seguimos jugando con nuestra mejor cara de poker.

Vale, ponle un envoltorio bonito si quieres, pero... 
Asegúrate de que lo que envuelves, merece la pena.


lunes, 17 de noviembre de 2014

RESILIENCIA




Mira que me cae antipática la palabreja (fonéticamente hablando) y tengo que hablar de ella...
Con lo castiza que suena la Entereza.

Pero todo lo que tiene de fea, lo tiene de útil y de necesaria.

Es la capacidad que tienen los seres vivos para sobreponerse a la adversidad, a periodos de dolor emocional intenso.. y no sólo de sobreponerse, sino de salir fortalecido. 

Así dicho, parece una cualidad que tengan en exclusiva algunos superhéroes o súperheroínas... pero no, es una potencialidad que todos tenemos pero que requiere de determinadas circunstancias para manifestarse. 
El problema es que intentamos evitar a toda costa el sufrimiento, la frustración, la incertidumbre, el aburrimiento.. a nosotros mismos y a nuestros hijos, privándonos de desarrollar una serie de habilidades que nos permiten superar los pequeños o grandes obstáculos que con seguridad aparecerán en el camino.
Y de este modo, cuando aparezcan no tendremos herramientas para afrontarlos, o mejor dicho, las tendremos pero no sabremos ni donde están ni para qué sirven, cosa que se parece bastante al hecho de no tenerlas. 

La resiliencia es fruto de un proceso. De un duro proceso de crecimiento personal, que se puede (y se debe si se pretende tener equilibiro psicológico) trabajar. Igual que la ostra segrega nácar cuando la arena penetra en su interior y de ésta forma la incorpora a su estructura creando una valiosa perla... de la misma manera las personas podemos incorporar el suceso a nuestra existencia, transformarlo con nuestras fortalezas y convertirnos en una versión renovada de nosotros mismos.

Mantener una mente receptiva a nuevas ideas, trabajar la creatividad, cultivar distintos intereses, ponerse metas realistas, confiar en que somos artífices de nuestro destino, reírse de uno mismo, aprender de nuestras experiencias, colaborar con lo inevitable y hacer bueno uso de la memoria y el olvido, nos ayudarán a afrontar los reveses de la vida. 

Esto implica canalizar el dolor, transformarlo, aceptar el cambio, y modificar la perspectiva para alejarnos de las categorías absolutas con que analizamos desde tiempos inmemoriales el mundo: Justo/Injusto,  Bien/Mal, Exito/Fracaso, Corecto/Incorrecto, etc. son tantos y conducen a tan tortuosos caminos los dualismos con que clasificamos la realidad...

Ahora vivimos un cambio de ciclo.
Todo es relativo, el interrupor de ON/OFF da paso al difusor de luz gradual.
Debemos regular la intensidad desde la cual la experiencia cobra sentido. 

Porque pase lo que pase, nuestra vida sigue teniendo sentido.

Sólo hay que encontrarlo.


martes, 11 de noviembre de 2014

EL HOMBRE (Y LA MUJER) DE VITRUVIO



Devorolor, devoragrasas... qué cosas tenemos que escuchar.

La publicidad se empeña una y otra vez en agobiarnos, en devorarnos las grasas, en devorarnos los olores corporales... no les resulta suficiente con generarnos la desagradable sensación de que olemos mal o tenemos adipocitos anquilosados por doquier sino que nos venden la idea de que necesitamos imperiosamente deshacernos de ambos. 

Quizás me ha llevado mucho tiempo rebajar mi autoexigencia, o quizás he estado demasiado cerca de testimonios y auténticos dramas personales de mujeres que rechazan sus cuerpos (puntualizo el género porque es aplastante la estadística que me he encontrado en casos de trastornos alimentarios) coartando toda posibilidad de crecimiento personal, de enriquecimiento... tanto, que me asusta cualquier intento de manipular nuestro concepto de felicidad.

Si, quizás detrás de mi rechazo a ciertas campañas haya miedo.
Miedo a ser más frágil de lo que me considero. 
Miedo a que convenzan a generaciones futuras con eslóganes, imágenes y formas de vivir tan idílicas (tan patéticas, a veces) como irreales. 
A que nos señalen un camino tan estrecho que sea más fácil caer que transitarlo.
A que provoquen mayor sufrimiento que bienestar.

Espero y confío en que la higiene y el sentido común sean suficientes para combatir tanto deseo imperioso de convertirnos en semidioses asépticos de cuerpos esculturales... y no queramos imitarlos.
Ni falta que nos haga. 

Definitivamente no quiero que nos devoren asi.  
Que prueben a amarnos como somos.