Todo.
Lo que vemos, lo que sentimos, las emociones de nuestros padres, de las personas significativas con la que convivimos: sus temores, sus sueños, sus manifestaciones de cariño, su forma de relacionarse con nosotros y entre ellos, su enfados.. y todas las circunstancias que lo rodean, con olores, con sabores, con sonidos asociados..
Todo.
Sin entenderlo. Solo guardando.
Dejará una huella emocional profunda lo que impacte negativamente. Se archivará con dolor sin análisis, directamente en el subconsciente.
Quedando esa foto fija en nuestro interior. Con ese niño o esa niña herida.
A partir de ahí, se va construyendo una personalidad, en torno a unos patrones adquiridas más o menos rígidos de lo que está bien y lo que está mal.. y una forma de coraza, (ego) que rodea y protege, que funciona como lo haría un padre o una madre sobre protectora, distorsionando la realidad a medida, para protegernos, como cuando un niño o una niña se tropieza accidentalmente contra algo, se hace daño y los padres recriminan y/o a agreden literalmente al objeto, acusándolo del dolor causado a su retoño.
(Evitando que la criatura tenga que sumar al padecimiento, la idea de que es “culpable” de su propio malestar).
Y así se va configurando la idea de que los responsables están afuera. Y librándonos de toda responsabilidad que provoque malestar.. y entrando en el sistema de pensamiento que más dificulta el crecimiento personal.
En terapia veo muchas y muy justificadas heridas de los niños y las niñas internos que las personas llevan dentro. Se requiere valor y tiempo para identificarlas, encararlas y curarlas, pero solo transitando ese camino, al otro lado de ese sufrimiento, se llega a la liberación y el descanso.
De lo contrario, se arrastra su sombra y va tiñendo relaciones y personas que salen al encuentro en nuestra vida.
Pero honestamente..
otras veces, ese niño o niña interior que llora y reclama que lo vean y que lo quieran dentro de uno.. hay que disciplinarlo.
Porque se puede convertir en un tirano exigente e inconformista que consume y dinamita relaciones sucesivamente, porque nunca ve saciada su sed de amor.
Y nunca le satisfarán lo suficiente porque busca afuera lo que tiene dentro.
En esos casos hay que educarle.
Con amor y firmeza.
Como haríamos con nuestro ser más querido....
Porque justo eso es lo que es.