A veces, vienen mal dadas.
Asumir esta premisa, contribuye notablemente o bien a solucionar los conflictos que surjan, en el caso de que esté en nuestra manos, o bien a asumirlos si no hay posible intervención. Por el contrario, si consideramos los problemas como obstáculos a nuestra felicidad, nos colocamos en una actitud defensiva ante ellos que hará que los magnifiquemos o los evitemos continuamente, con lo que se irán acumulando. Y cada vez será mas difícil priorizar para intentar abordarlos.
Laborales, sentimentales, económicos, de salud... a veces se suceden, otras se superponen y otras nos dan una tregua, que dicho sea de paso, estaría muy bien aprovechar.
Y esto sucede desde la infancia, donde los deseos y la realidad comienzan a distanciarse, dando lugar a una serie de conflictos cuyo manejo nos convertirá en adultos más o menos equilibrados. Son esos conflictos los que nos obligan a encontrar estrategias para manejarlos, y conforme lo vayamos haciendo nos aportarán la confianza necesaria para afrontar los que estén por llegar.
Pero difícilmente podremos cambiar algo si no sabemos ver que parte de competencia tenemos en su origen, en su mantenimiento o en su fin, por lo tanto, el hecho de identificar las causas y atribuirnos parte de su responsabilidad, lejos de ser un obstáculo es un acicate que contribuye a su mejora.
Y conviene hacerlo sin el componente de dramatismo que provoca el sentirse culpable, sino desde la madurez de la persona que asume parte de su cometido en las circunstancias que vive y que utiliza el aprendizaje en su propio beneficio para mejorar y prevenir situaciones similares en el futuro.
Claro que como decía antes no todo se puede solucionar, o si se puede, quizás no esté exclusivamente en nuestras manos. Tampoco existe la solución perfecta, puede existir la adecuada para cada momento, persona o situación, con los datos de que se dispone a la hora de tomar la decisión. Una persona cercana, familiar o amigo o en última instancia un profesional de la salud, pueden ayudarnos a ampliar nuestra visión del problema o a analizar variables que aparentemente son invisibles a nuestros ojos.
Pero en cualquier caso, hay que decidir.
La actitud, marca la diferencia en el manejo de la adversidad.
Reduciendo tanto el tiempo que dura su efecto, como la intensidad de los sentimientos que produce.
Define tu postura a tiempo...