Llega el momento de soltar: lo que no sale de dentro con naturalidad, lo que te roza la piel y empieza a dejarte marca, lo que sólo encaja bajo presión.
Soltar antes de que empiece a restar, a forzar, a herir, a resquebrajarse.
Soltar y quedarse con lo bueno. Con todo lo bueno que hubo y que forma parte de quien somos.
Hay cosas (quizás todas) que sólo tienen sentido durante un tiempo y pretender estirarlo es un desgaste estéril de fuerzas, tiempo y energía que estaría bien emplear en proyectos con más recorrido.
Porque que algo termine no es necesariamente un fracaso, el fracaso es intentar alargar algo más allá de su vida útil. Las cosas que hemos decidido hacer y en las que hemos puesto cariño y dedicación son siempre un acierto pleno durante el tiempo que duran.
Seguramente la pregunta clave sea: ¿como se sabe que llega el fin de un ciclo?
Se sabe.
Se nota.
Se siente.
A veces se grita desde el interior.
Y entonces es tiempo de recibir lugares, experiencias, gente o actividades distintas. Porque queda mucho por descubrir...
Quizás la fecha sea sólo una disculpa, cualquier dia es bueno para hacer balance y empezar a disfrutar del resto de la vida.
O de intentarlo, al menos.