viernes, 21 de septiembre de 2018

NO PIENSO, LUEGO EXISTO.




Del mismo modo que no nos identificamos con otros productos de nuestros órganos internos... que no somos nuestra sangre, nuestra bilis o nuestra orina.. tampoco somos nuestros pensamientos.

Tienen una gran influencia en nosotros, podemos y debemos orientarlos hacia la consecución de nuestros fines, hacia nuestro bienestar… pasan a través nuestro, muchos llegan involuntariamente, fruto de nuestros miedos, nuestros anhelos, nuestras experiencias... y después se van.

Otros alcanzan un nivel más profundo porque se asocian y se adhieren a emociones intensas... y persisten.

Podemos generarlos a voluntad, modificar algunos, olvidarnos de otros... pero de igual modo, ellos no son nosotros.

Son  aliados o enemigos,  nos generan angustia o calma... pero lo que realmente somos nosotros...
es lo que queda, cuando ellos no están.



domingo, 9 de septiembre de 2018

THE END



Me gustan más los puntos suspensivos que el punto final. 
Por aquello que leí hace tiempo de que entre los espacios caben historias. 

Hubo una época, donde las películas terminaban con un THE END explícito, categórico, que amputaba el futuro de los protagonistas y los condenaba a un plano fijo perpetuo. 

Yo siempre he preferido el TO BE CONTINUED... ese que deja abierto cualquier final y permite  a los actores vagar por nuestra imaginación, buscando el desenlace que más nos guste. 

Porque las historias continúan... en el sentido que sea (no siempre en el que apunta la última escena),  el final cinematográfico está condicionado por la voluntad del guionista y  las exigencias del metraje, pero cortar en un punto dado las andanzas de los personajes, es un pequeño fraude para el espectador. Es atraerle, seducirle, alimentarle... y abandonarle. Bajar el telón cuando se les antoje.

Lo suyo sería que la película continuara hasta que fallecieran todos los personajes, o al menos, los principales, y nos hubiéramos enterado del devenir completo de cada uno de ellos.  (Risas)

Reconozco que en las películas basadas en hechos reales, sacia un poco mi curiosidad la información en off que te explica, una vez terminada,  cómo fue el desenlace de los protagonistas reales de la historia. Pero en las ficticias no sucede lo mismo, juegan a trasmitirnos la idea de que todo sale bien, de que merece la pena, de que se puede conseguir lo posible y lo imposible,  (en las películas románticas esto ya se eleva sus cotas máximas) y este alivio temporal de saberlo todo resuelto, nos va filtrando la errónea idea de que esa última escena es el fin, el objetivo, la meta. Que sea lo que sea lo que han conseguido, se mantendrá solo. Que no hay más que hacer, ni que mirar . Y si lo hay, no nos importa. 

Pero no. La vida no es así. 
La realidad no termina donde tú quieras hacer el corte. Ni los demás, ni las circunstancias.

Ella sigue… se reanuda la intriga, la aventura, la acción, la tragedia, el suspense, el romance o lo que sea. Y está bien que así lo haga. 

Por eso creo que los finales deberían tener puntos suspensivos. Porque la vida continúa.

Y  caben muchas historias...