lunes, 28 de marzo de 2016

SIEMBRA: Disposiciones favorables en la resolución de conflictos



Artículo publicado el viernes 25/03/16 en el diario "La Nueva España".

La convivencia, el roce continuado en el tiempo, sea por causas profesionales, personales, intencionadas o ajenas a nuestra voluntad, ponen de manifiesto diferencias en nuestra concepción del mundo y en nuestro propio concepto de bienestar. Muchas veces, derivado de ello, se evidencian tensiones más o menos explícitas entre personas que de alguna manera, están condenadas a entenderse. 
Tres son los estilos de respuesta posible en este escenario, para intentar solucionar un conflicto que altera nuestro equilibrio personal: 

Un estilo pasivo, en el que la persona deja de lado sus propios derechos para anteponer los de los demás, evitando de este modo, cualquier situación conflictiva que implique pasar un momento cuando menos, incómodo. De este modo, no se  expresan honestamente los sentimientos, pensamientos u opiniones, o se hace con argumentos autoderrotistas, con poca convicción o con disculpas inapropiadas. El desequilibrio en este tipo de relaciones no propicia una relación sana en la que ambas partes se sientan libres para expresarse sin temor.

Otro estilo posible es el agresivo, donde la persona al contrario que la anterior antepone sus derechos de manera ofensiva, deshonesta o manipulativa, en definitiva, inapropiada,  para alcanzar la conquista de su objetivo. Como consecuencia se irá acumulando tensión en las relaciones y seguramente rencor por parte de los afectados.Tampoco ésta parece ser la más aconsejable estrategia a la hora de solucionar conflictos y salvaguardar relaciones al mismo tiempo. 

Existe un tercer tipo de respuesta, 
conocida como asertiva que implica la expresión directa de nuestros sentimientos, pensamientos y necesidades, de manera franca, directa y adecuada, diciendo lo que queremos decir sin atentar contra los demás, sino negociando una salida más o menos satisfactoria para las dos partes. 

Para hacerlo, es conveniente preparar  el momento y el entorno favorables, esto es: un ambiente tranquilo,  donde podamos hablar sin interrupciones el tiempo que estimemos necesario y una disposición emocional correcta,  lo menos contaminada posible por sentimientos que nos impidan acercarnos al objetivo; porque si nos centramos en “intentar quedar bien” o que la otra persona “reconozca que está equivocada” obtendremos solo recompensas emocionales a corto plazo,  que seguramente nos alejarán de nuestro propósito. 

Una vez preparado el contexto, hay que exponer con la mayor concisión  y claridad posible, los hechos que han originado el conflicto, sin interpretaciones ni juicios de valor, haciendo alusión directa al sentimiento que nos provoca. Facilita mucho las cosas en este punto reconocer parte de nuestra responsabilidad personal, que honestamente, alguna tendremos, para más adelante ofrecer posibles soluciones o implicar a nuestro interlocutor en la búsqueda de las más adecuadas. Porque si convertimos al otro en aliado, no tiene cabida el enfrentamiento.

Para finalizar, sería aconsejable informar de las consecuencias positivas que implicaría para ambos, la consecución de los fines propuestos, como puede ser preservar el clima de cordialidad en la relación. 

Puede que no nos aseguremos un éxito total en cada una de nuestras intervenciones,  pero está claro que haciéndolo de este modo, incrementaremos notablemente la posibilidad de conseguirlo. 

No olvidemos que negociar, es todo un arte. 
No deberíamos escatimar tiempo y esfuerzo en cultivarlo.