lunes, 29 de septiembre de 2014

EL CRISTAL CON QUE TE MIRO



Comentaba en el post anterior como la vista se adapta con rapidez al entorno y como la costumbre se instala robando parte de emoción a la vida... en modo economía de gasto. Seguramente el organismo a medio o largo plazo lo agradecerá en lo referente a longevidad al menos, pero no en lo relativo a la intensidad vivida. 
Las cosas con el uso se gastan, pero con el no uso, también. 
Tienen una vida útil determinada, así que no se si compensa protegerlas tanto...

Ocurre, que del mismo modo con que nos acostumbramos al paisaje, nos acostumbramos a las personas. Agrupamos comportamientos repetidos en "maneras de ser" y asi nos resulta más cómodo clasificarnos unos a otros. Nos familiarizamos a esas generalizaciones y entonces... perdemos completamente de vista los detalles. Esos que hacen que una persona sea singular y única, obviamos los distintos planos de su estructura, los que provocan que conforme les de la luz, se reflejen distintas tonalidades. 

Ese en un buen ejercicio para el día a día, intentar observar con atención, como si fuera la primera vez, el comportamiento de las personas cercanas, atender a los detalles sin anticipar, sin clasificar en categorías absolutas... sólo dejándoles ser quién son, con sus cosas, con sus maneras. 
Y también lo es, percibir como muestran (reflejan más bien) distintos comportamientos, sentimientos y actitudes según nosotros les tratemos... 

Tanto buscar en ellos y resulta que muchas veces,  la clave estaba en nosotros. 


2 comentarios:

  1. Lo que tu dices es algo que yo he descubierto hace poco: muchas veces, los demás y lo que nos encontramos es sólo un reflejo de nosotros mísmos, por mucho que duela reconocerlo...
    Besos!

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    1. Y no solo para mal... si no que también nos permite reflejar todo lo bueno y puro que cada uno de nosotros lleva dentro...
      Besos!

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